martes, 13 de mayo de 2008

Fuente del Letheo

quedé debiendole tanto en estos burdos versos... mi mano tembló todo durante días para escribir este remedo de nada...

Escupo a tus labios como castigo a mi hermosura
cómo aún no se percata de mi tonto andar,
de mis lívidos pasos que suenan entre las copas
sino que se inflama en la sangre de mis ojos,
una sangre que otrora diese de mamar a los hijos de fraticida

Desde mi cuerpo hermoso como lecho,
clamo y ansío los desperdicios que me niega...
Es como ansío desgarrar mi idiota piel para hacer
esa kynes, a esa mi fuente del Letheo,
la que solo puedo recordar olvidándola y desacrándola

Aún puede abrazar a esta virginal ramera que
no ha tiempo se revolcaba con cerdos esperando violarse,
¿puede complacer una tosca herramienta al caro escultor?
¿o son simples anzuelos para el hipogeo que se esconde
entre mis piernas y desea su altar?

Simplemente la vi y con mi semen en mis ojos barrí
los derruído e invoqué, invoqué que sangrara tercamente
mis sienes y bebiese aquel flujo nauseabundo
para unos y nepente para mi,
quiero verla en mi miseria tendiéndome sorda ayuda.

Mirad esa presencia maligna olor yerbabuena,
con ojos ágiles y ponzoñosos que ven el grotesco,
que contemplan una y otra vez como aquel
prohibido hedor que nos es imposible ignorar,
soy parte de ella...

No es su sexo lo que en mi lecho encuentro
mas apoderarme de una virgen caida
matar parcamente la chispa de una vida
y devorarlos trozos de tejido
Su bilis será mi alimento y sangre
y sus lloriqueos mis alegrías.
Mi náyade, mi bacante con seductor tirso,
despacio sacia su hambre en mi carne
y por siempre serán aquellas sombras algo ajeno

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