sábado, 10 de mayo de 2008

Memorias Perversas 1

Cuarta entrega de penetracion a la literatura

Memorias Perversas 1
El Diario de Marie-Joseph Andriette.

Noviembre 10, 1785.

Amado Diario, una vez más aquellas voces que me inspiran a la lujuria han regresado, resistirse es fútil, con violenta hambre reclaman mi redención de las cadenas que me atan a esta corona, ya no más, la emancipación por fin ha llegado a mi alma.

Irían a ser las dos de la tarde cuando me aproximase al bien conocido Café Royal hogar y nido de la Avant-Garde, la tarde soleada me embargaba con su ala dorada contándome pecaminosas historias de un culto al amor ya muerto, me senté en una mesa del lugar cuando dos jóvenes me abordaron empapándome con sus cortejos y suaves palabras; prometiendo hacerme una mujer de verdad.
¡Ja! Estos niños no durarían más que unos minutos…no, no eran propicios, me levanté de la mesa sin siquiera ver para atrás. Pero pronto mis ojos se dilataron ante la presencia de mi liberador, raudamente me precipité hacia su mesa, la lujuria se daba un festín en mi ser, el joven sorprendido por mi impetuosa llegada me miraba con extrañeza, al presentarme y ver la desesperación reflejada en mi faz, pareció entender mi meta, cuando por fin se animó a tomar mi mano para presentarse, ya aquel jugoso néctar escurría por entre mis piernas… Su nombre…Pierre Latren. Conforme la charla se fue animando vi cómo una chispa de desenfreno se convertía en una pira que consumía todo a su alrededor. Ya para entonces el diálogo avanzaba y mi mano se atrevía a juguetear en su entrepierna, de pronto sin proferir palabra alguna se levantó y tomándome de la mano me llevó a un edificio frente al Café, un conocido Mesón au Derrière, al entrar, la que me pareció ser la matrona, recibió con laudos a aquel Adonis, si mucha dilación nos abrió paso hasta una habitación finamente adornada. En lo que la exótica dama cerraba aquella puerta, mi señor se abalanzó sobre mí despojándome de la parte superior del vestido; así empezó a bautizar mis pechos con el elixir proveniente de sus labios, su mano se escabullía entre mi, ya de por si, húmeda vagina. Yo por mi parte tomaba entre mis manos aquel que hasta ese momento fuese un flácido miembro y sentí como la sangre lo invadía convirtiéndolo en un majestuoso y enorme cayado del cual yo me asía, la excitación parecía infinita, ya no me contenía más, así que con el desenfreno reflejado en cada poro de mi volátil ser, le imploré una larga y profunda inmolación, él; con el rostro lleno de una ira de pasión arremetió contra mi receptivo oráculo, aquel prodigioso miembro amenazaba con desgarrar mi interior. Mientras su mano derecha masajeaba mi busto, su mano izquierda daba azotes de placer a mi clítoris que vomitaba de placer.

En tanto, la máscara de la muerte susurraba carcajadas a mi oído, esa sensación extática se desbordaba de mis entrañas. De improviso apresuró a tomarme del cabello y me condujo a lamer su sexo. Prontamente sentí como aquella deliciosa sustancia rebosaba por las comisuras de mis labios… ¿Pero qué había sucedido? … ¿Eso era todo?… ¿Me abría equivocado?… No… Inmediatamente me hizo colocarme sobre mi vientre y separar mis piernas y así comenzó a insinuar a todo tipo de figuras con sus dedos en mi adolorida hornacina, instantes después; ya recuperado comenzó a reírse al punto de proferir algunas sordas carcajadas, entonces empuñó aquel falo como quien empuña una daga segundos antes de asesinar a su presa y clavándomelo entre mis dos nalgas soltó un eco de satisfacción.

Las voces parecían gritarme al oído con cada penetración, así que con toda cautela tomé la parte superior de mi vestido que yacía cerca de nosotros y cautelosamente extraje el pequeño redentor que fuéseme confiado por aquellos que inundan mi cabeza, mi amante por otro lado no pareció percatarse de aquel movimiento… era mejor así.
Pronto le imploré que me dejase estar arriba, el hombre accedió y cambiamos de posición sin dar por acabada la penetración, mas ahora era yo quien daba fuertes saltos sobre su miembro, ocultando aún el libertador tras mis espaldas, y cuando el clímax se atrevió a mostrar su rostro, me acerqué a su oído y le musité que la hora de la manumisión se encontraba cerca, él borracho de lujuria me preguntó de qué se trataba, entonces rápidamente clavé aquel metálico emancipador en su vientre, un grito fue lo único que llegó a proferir, el cual ahogué con mis propias manos, su mirada llena de pavor quedaba petrificada mientras la sangre desfilaba dulcemente por su tórax, Aquellos repicaban sus sones de agradecimiento, mas yo aún sé que no están saciadas, necesitan más…

…pero por hoy es suficiente, esta noche las voces cantan y bailan al ritmo de la sangre que mana.

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